La tencapana |
Leyenda de la Tencapana
Las tropas belicosas retornaron a Tenochtitlan con suficiente número de prisioneros y valioso botín. Y en Mexicapan, pueblo contiguo a Teloloapan y entonces capital del reino del mismo nombre, los indios pelearon heroicamente sin ceder a los conquistadores aztecas ni un palmo de terreno.
Una nueva expedición volvió a Mexicapan con mayor número de soldados a pertrechos, eran algunos jóvenes de la nobleza Tenechca y entre ellos el temible, valeroso y apuesto Príncipe Tecampa.
Las tropas se acuartelaron en Teloloapan y enviaron emisarios al reino de Mexicapan, no aceptaron la proposición poniéndoles la paz al firmar su adhesión al Reino Azteca; el Rey, los Guerreros y los Nobles resolvieron combatir hasta sucumbir antes que sujetarse a la esclavitud de Atzayacatl.
Los combates fueron diarios y reñidos, día y noche pelearon con bravura, el cause de los combatientes y en sus orillas se amontonaban los cadáveres para resguardarse tras ellos.
Los Aztecas pusieron riguroso sitio a Mexicapan, aprovechándose de los ricos manantiales del “Coporito” y “Xuxitla”, cuyas limpias aguas surtían a la ciudad de Mexicapan; cortada la tubería de barro del precioso líquido, empezó a escasearse y era preciso ir a los manantiales a tomar el agua en cantaros y las mujeres, los ancianos y los niños, perecían en estas ocasiones o eran arrebatados por enemigos y en los hogares bebían el agua con sangre de los suyos.
El Rey, valeroso, atacó a sus enemigos, avanzando terreno para decidir su suerte y la de sus súbditos y cayó en poder de los Mexicas, quienes le conservaron para llevarlo a Huitzilopoxtli como ofrenda propiciatoria junto con los demás prisioneros.
El combate continuó reñido, ardoroso por ambas partes y a pocas horas abriéndose paso entre las multitudes combatientes, un grupo de matronas custodiaban una silla de mano, la cual llevaba cubierta con ricos y vistosos mantos a una bella princesa, hija única del rey prisionero, el conquistador señala implorar la libertad de su padre.
El Príncipe Tecampa encantado por la armoniosa voz de la joven, pidió la descubrieran para atender sus ruegos y cautivado por el conjunto de belleza de la exquisita “Na”, cayó de hinojo a sus pies y dio libertad al regio prisionero, pactaron alianza los enemigos y Tecampa como único premio a su conducta, solicitó la mano de la cautivadora “Na”.
Recibió la noticia que al pretender coger al Príncipe en una emboscada, éste se había echado a las caudalosas aguas del Río Lerma, Na derramó abundantes lagrimas y por muchos meses careció de noticias, terrible pesar, onda tristeza marchitó prematuramente su juventud y su belleza, sin que el cariño de sus padres, de sus amistades y de sus familiares pudieran hacerla recobrar alegría y tranquilidad perdidas en un día lluvioso.
Na la afligida princesita, digna prometida del valeroso Tecampa, cerró para siempre sus velados ojos. El delicado cuerpecito de la Bella Durmiente de Mexicapan, envuelto en ricos paños fue depositado en amplia caverna, convertida en capilla ardiente, muchos días desnudo de los cuales fue cerrada la entrada con una piedra labrada.
Meses después se recibió la noticia de la convalecencia de Tecampa y de su próximo viaje, para efectuar un matrimonio, y acompañado de sus padres y algunos personajes de la Capital Azteca, se presentó a los Reyes de Mexicapan.
Profundo silencio invadió el palacio… un vago perfume de jazmines, rosas, lirios, cempasúchiles e incienso, se percibe en el ambiente, haciendo presentir la ausencia de su dulce y amorosa dueña.
Nunca un corazón enamorado ha sufrido tan cruel sorpresa como el de Tecampa, quien entregado a su dolor permaneció en la mansión de “Na” frente al tumulto ornado de coronas y ramos de flores ya secas.
Tecampa amontonó peñas sobre el sepulcro de su amada y al pretender despedirse, dejando muchas lagrimas y flores sacudidas del suelo, ruidos subterráneos, estruendosos, abrieron hendiduras facilitando la entrada a la caverna.
Los dioses de sus mayores, los unieron allí colocando enormes peñascos erguidos, sonidos argentinos que halagan el oído, pregonan por todos los rumbos la fidelidad, el amor, la felicidad de los enamorados soñadores, y la cautivadora belleza de las mas hermosas de las princesas indias, de grandes ojos velados por pestañas tan negras con las alas del cuervo.
Estatua de la tencapana |